curiosidades: fotos del pueblo y sus alrededores por AdriPozuelo y Tizona
martes, 17 de julio de 2012
DE LA VIRGEN DEL CARMEN LAS FIESTAS
De la Virgen del Carmen la fiesta:
gigantes, cabezudos, pólvora,
con tiovivo, noria y la ola,
dieciséis de Julio es la fecha
que marca indeleble le queda
grabada entre ceja y ceja;
mas, aunque pareciere queja,
no es tal, pero por poder, pueda,
pues es mal recuerdo que deja
lo que escrito al final queda.
Con seis años, -ha ya cincuenta-,
no pudo disfrutar aquel niño,
pues requiere del seso tino
-del cual les faltaba un poquiño-,
por beber, y más de cuenta,
pues al darle de beber vino,
cogió cogorza él, mas sin tino,
pues culpa fue de mala gente,
y no por dar agua de la fuente,
que fue birra, tinto y albo vino.
Tonto, para reír asaz hizo:
maullar, ladrar y cacarear,
a más de una soez que dijo,
mas esto, a él nadie le cuenta,
pues hasta ahí su recordar,
aunque al parecer hay más,
según el encargado dijo,
como llorar, dormir y vomitar,
en veces que se perdió la cuenta,
al resguardarlo en cobertizo.
Como el Sol en Julio aprieta,
y beodo más de la cuenta,
le llevó en brazos acá y allá
por ver si consigue espabilar,
pues el atardecer se acerca.
¡Ay! ¿Cómo la madre lo tomará?
Para almorzar fue el permiso
y no para emborrachar al hijo
con cogorza de este estilo,
por darle a beber vino
y no agua del botijo;
mejor cosa será el inventar
-y cualquier pretexto valdrá-,
pues a las seis se deja la obra,
y la bronca les echará fijo.
¡Vaya! mal les salió la broma,
pues las fiestas se las perderán,
con gigantes y cabezudos,
la madre con enfado y pesar,
con rabia y malestar los hijos,
pues los obreros sin ver el mal,
óbito pudiéronle provocar,
según el doctor don Julio dijo,
ya que al punto estuvo a entrar
en profundo coma etílico.
Tú, mayor, no has de dar
de beber a un niño vino,
ni siquiera a probar,
cerveza, tintorro o albillo,
pues lo suyo es jugar,
divertirse, que está en edad
de correr e ir detrás
de gigantes y cabezudos.
Adrián Martín Alonso
(AdriPozuelo)
Villamanta, Madrid
16Julio de 2007
domingo, 8 de julio de 2012
Currucas, carriceros y curiosidades turísticas
El otro día salí a pasear con Suska por los alrededores del pantano, como hago todas las mañanas, y me llevé la cámara por si podía hacer unas cuantas fotos a los pájaros, ya que desde la terraza los oí antes de bajar y vi pasar algunas pequeñas bandadas de varias especies.
Estuve haciendo fotos a algunas currucas cabecinegras que vi cantando entre las ramas de un pino y al poco llegaron unos cuantos carriceros políglotas, a los que también fotografié, y cantando, ambos saltando de rama en rama.
Después se posaron unos cuantos jilgueros entre las ramas de varios pinos, pero tan solo pude fotografiar a dos que se quedaron en la picota de uno de los árboles.
Al otro lado del pantano había un grupo de personas que estuvieron ahí toda la noche, con la música a todo trapo, al igual que la tenían en ese momento. Aunque hubiera alguien con su música, era tontería ponerla ya que la de estos tipos se oía por todo el contorno, incluso desde el pueblo.
Al poco llegó un descapotable a toda pastilla por el camino, con varios de sus ocupantes sentados en la parte de la bandeja trasera y los laterales, con los pies en los asientos; eso algunas veces, porque otras iban de pie.
Lo que sí que hacían todos era gritar al estilo cow boy y hasta el conductor en algunos tramos se ponía de pie también. La cosa era llamar la atención y joder al prójimo, ya que la polvareda que levantaba el vehículo la tragaron todos los que a su paso había por la orilla del pantano.
Desde donde estaba, pude oír perfectamente el ruido del golpe que dieron los bajos del coche en el suelo. No sé si sería en tierra o en piedras donde dio, ya que en estos caminos hay más de ellas que tierra, pero el coche no debió de sufrir desperfecto alguno, ya que siguieron y a toda marcha, con su loca y bullanguera carrera.
En alguna ocasión, quedan por estos caminos rastros continuos de aceite de motor, que deben de ser de otros tantos locos que se llevan el cárter con alguna piedra y siguen andando. Claro que debe de ser hasta que el aceite se agota y el motor se gripa, o hasta que paran en su "destino" y luego el motor no arranca por haberse gripado en reposo por el exceso de calentamiento, debido a la fricción en seco de los componentes internos.
En esas estaba yo, haciéndoles fotos a unos y a otros, llevando la cámara para un lado y para otro, cuando veo en la pantallita de la cámara a una señora que pasea por la orilla y se para, quedándose mirando hacia donde yo estaba. Como tenía puesto el zoom y además unos aumentos más añadidos, la hice una foto y la visioné en la pantalla. Ampliándola pude ver que me miraba, ya que al hacerla la foto no lo aprecié. En esas estaba y miro hacia ella, pero la verdad es que apenas la distinguía a simple vista. Vi que se paraba y, no solamente eso, sino que se ponía en pose y se quedaba allí para que la fotografiara.
Me dije: bueno, si eso es lo que quieres, pues ale, una foto. Y se la hice.
Cuando descargué las fotos en el ordenador y las visioné, vi que hasta la expresión de la cara era de pose para el fotógrafo, vamos, como diciéndome: ¡Sácame guapa eh! Claro, es obvio que esto no lo pude apreciar bien al hacerla la foto, debido a la distancia.
Lo malo hubiera sido que el marido, que estaba allí cerca pescando, se hubiera molestado por sacarle fotos a su mujer y en bañador, porque, a ver cómo le convenzo yo que fue ella la que posó y no que yo la estuviera haciendo fotos a ella en vez de al paisaje. Aunque bien claramente se ve que la pose no es obligada; que no la obligaba nadie a posar vamos. Eso sí, "por si las moscas", yo he tapado la cara.
Por último, casi de pasada, ya que me iba para casa, le tomé unas fotos al mástil de un velero hundido en el pantano, que cada vez sobresale más del agua debido a la bajada del nivel. Algunos días está ladeado para un lado y otros días para otro. Debe ser a consecuencia de las corrientes internas que lo zarandean.
Si baja el nivel como dicen algunos vecinos que bajará, que por esa zona se queda en tierra, veremos al barco en ella, en seco, dentro de poco tiempo.
Quizás es uno que navegaba a la deriva tiempo atrás, movido por el fuerte viento que hacía aquél día, cuando soplaron vientos fuertes en toda España hace unos meses, trayéndole a la orilla, llevándole lago adentro y vuelta a la orilla, como estuve viendo desde la terraza de mi casa.
A última hora de la tarde, parecía que se había quedado varado en la orilla de cerca de la carretera, la más próxima a mi casa, pues el mástil se veía desde la terraza y se estuvo viendo hasta anochecer, en "donde todos los gatos son pardos" -decía mi madre- y no se vislumbraba nada a esa distancia.
Cuando bajé a la mañana del día siguiente ya no estaba por allí, ni vi que el barco estuviera a la deriva. Pensé que las autoridades, o alguna persona de uno de los embarcaderos, lo habrían llevado a amarrar.
Puede que sea el mismo o quizás sea otro, pero llevar tiempo ahí no lleva mucho, pues vecinos de aquí lo ven como algo novedoso -lo poco que se ve del pecio- y si hubiera estado ahí desde hace tiempo, no se extrañarían como se extrañan por ver asomar el mástil, ya que hace como tres años que el pantano por este lado no le hubiera cubierto.
El pantano se llenó, o llegó a un llenado máximo, antes de que se pusieran a vaciarlo, antes del verano pasado y pocos meses antes estaba sin agua por esta parte, por tanto el pecio se tendría que haber visto y nadie lo vio.
Como todos los días me fijo en la cantidad de mástil que aflora del agua, creo, que al paso que va el vaciado, debido al trasvase Tajo-Segura, para el final del verano, si no antes, le vemos completamente al aire.
AdriPozuelo
Sacedón
sábado, 7 de julio de 2012
Carricero cantando y otras cosas del campo
Otro día más salía a pasear por la mañana, con la cámara de fotos y acompañado de Suska. Atravesé el pequeño túnel con la intención de seguir por la Ribera de Entrepeñas y al otro lado me recibió un carricero políglota con sus trinos. Me puse a hacerle fotos y pensando que sería por poco tiempo, pues en cuanto se diese cuenta de que le estaba fotografiando se iría, le tiré una serie de fotos en cualquiera de las posturas que se pusiera.
No ocurrió como yo pensaba, ya que el tío aguantó más que yo, pues desistí de seguir con la sesión, pensando en que unas cuantas al menos serían buenas. Fueron bastantes las que le hice y hasta me dejó acercarme al chopo. Ya debajo del árbol, o casi al pie del tronco, terminé la sesión pues me cansé yo antes que él.
Me fui a dar el paseo matutino y me entretuve con las flores y con las nubes, que como si estuviese en ellas se me iba el tiempo. En uno de los jardines que bordean la calle Ribera de Entrepeñas, vi unas rosas preciosas y les tomé unas cuantas fotos.
Seguí por el camino adelante en dirección a la Boca del Infierno y tomé unas cuantas también, a unas rosas de escaramujo (rosa canina), llamado también “tapaculos” por el fruto rojo astringente que da el arbusto que, si se come, estriñe el intestino y atasca el recto y no hay quien haga caca en unos cuantos días; de ahí el nombre popular que tienen los frutos rojos de forma amelonada, con pepitas peludas, o filamentadas, por dentro.
Seguí por el camino, entretenido en fotografiar “ojos de buey”, así como a otras flores que muy bonitas, estilo margaritas amarillas; creo que también se las llama estrellas de playa o de mar.
También le tomé algunas a las semillas del tojo moruno, pues ya no tienen flores estos arbustos, y a unos lirios muy diminutos y amarillos, muy
preciosos, que vistas las plantas en conjunto no se adivina lo bonito de la flor, hay que acercarse, agacharse ante ellas y entonces se aprecia su belleza.
La verdad es que se queda uno maravillado de tanta cosa diminuta, curiosa y bella que se esconde entre las hierbas, ramas y piedras del campo y el monte, No se ven a simple vista muchos bichos, pues se “camuflan” algunos tan bien, que no se les ve hasta que no te acercas. Y en la mayoría de los casos, se ven cuando pasas las fotos a pantalla completa por el ordenador, ya que se mimetizan con el entorno.
También le pude hacer algunas, pues aún había flores sanas, a unas cuantas rosas de zarzamora; a las de lechetrezna que son muy peculiares, pues parecen que son las mismas hojas de la planta, y a unas cuantas campanillas azules, o malvas.
De paso, le di al disparador motivado por los contraluces que me ofrecían las ramas de los acebos y las ramas, hojas y frutos de una higuera solitaria, que hay al pie del camino, justo al borde del desnivel que forma la ladera del Alto San Julián, posiblemente vestigio de las tantas que solían tener los árabes por estas y otras tierras españolas, y compañera, en el entorno y el tiempo, de otras desperdigadas al borde de otros de los caminos que tiene a distinto nivel, este monte tan transitado por los deportistas y turistas, o fotógrafos amantes de la Naturaleza, como yo por ejemplo .
También hice fotos a unas flores que crecen aglomeradas a ras de tierra y que no veía desde hace tiempo. Parecen de seda, papel tisú, o cebolla, e incluso hasta parecen de plástico; como fabricadas y puestas o tiradas allí.
Ya de regreso, antes de subir a casa y estando en el garaje, vi un escarabajo que me llamó la atención por los destellos que despedía. Me acerqué y vi, que según me pusiera yo y los rayos del sol en él incidieran, se veía dorado.
Luego, ya en casa, busqué por Internet información relativa a esta especie y me encontré con que se le llama escarabajo de oro y dorado, llegando a leer en un blogg que se ha llegado a pagar hasta 400 € por un bicho de estos. Pensé que sería porque fuese rara la especie, o porque fuera muy raro encontrarlos, pero cuál sería mi sorpresa que al rato bajé por si seguía por allí y poder cogerlo, y me encontré con cinco más, vivos y caminando, y alguno muerto también. Los metí en un frasco que me bajé para el caso y me los subí a casa.
Al día siguiente, pensando en cómo podría hacer para al menos conseguir con ellos unos cuantos cientos de euros, pensé que si yo había dado con unos cuantos en el mismo día y en tan corto espacio, apenas unos metros cuadrados del garaje, sería una tontería o tomadura de pelo y no darían por ellos ni "un chavo". Los tuve en el frasco una semana, porque después no me acordé de bajarlos y soltarlos el mismo día que los cogí, y se quedaron tiesos, secos diría yo, junto con otro también rarillo que encontré por allí.
Desde la terraza, y para rematar la mañana, le estuve haciendo fotos a un mirlo joven que andaba picoteando entre las hierbas y a un pájaro, creo que un bisbita, que se posó en la alambrada del recinto de la urbanización.
Rematando el día, ya por la tarde, con unas tomas a una de las antiguas neveras de Sacedón que se ve desde mi terraza y otras de las estelas que dejan los aviones en la atmósfera, que según como las dé el sol cambian de color y de nitidez, pues por esta zona, sobre ella, pasan muchos aviones dejando el cielo rallado.
AdriPozuelo
Sacedón
lunes, 2 de julio de 2012
Todo sigue igual
Hoy me he levantado igual que otros días. El cuerpo más o menos desentumecido por el descanso nocturno y la mente más o menos despejada -o más o menos embotada, debido al mismo motivo, por ser acto necesario y fisiológico-; en fin, como cualquier día, ya sea laborable o festivo.
Nada era distinto en el ambiente. En el entorno todo estaba silencioso, al igual que la mayoría de las mañanas, oyéndose nada más y de vez en cuando, el ruido de algún vehículo en su rodar de neumáticos por la cercana carretera.
Abajo, en el jardín y el entorno de la casa, de los dos edificios de viviendas, no se oía nada ni a nadie, ni siquiera a los vecinos Miguel y Pepe en sus comentarios, versando estos sobre el “tiempo loco” o lo deportivo, idóneos que hubieran sido ambos para la ocasión, pues en lo meteorológico, aunque ya van siendo días más igualados en climatología desde dos fechas atrás, la mañana estaba fresquita; en lo deportivo hubieran tenido tema de conversación y debate para hartarse, al menos hasta la hora del almuerzo y poder seguir dándole después de la siesta, incluso hasta la hora de la cena.Ni siquiera el canto de los pájaros era bullanguero, pero no permanecían callados pues más o menos a ellos se les oía, como se les oye otras mañanas que, asomándome a la terraza, los oigo e incluso los veo cantando y saltando de rama en rama, así como posados en el suelo, picoteando entre las pajas y yerbajos secos, restos de la siega de las altas hierbas, llevada a cabo por el jardinero en días pasados.
Asomado a la terraza, apoyado en la barandilla en lo que me fumaba un cigarrillo, después de tomarme un café con leche y antes de hacer la visita diaria al servicio, para después bajar con Suska, mi perrita, a dar el paseo matutino y cotidiano, comprobé que el día, este nuevo lunes siguiente al domingo día uno de julio, era, más o menos, como otro día cualquiera. Al menos en mi trajín matutino no cambiaba nada. Y es que ya lo dijo algún pensador ilustre, sabio o personaje notable: que “el hombre es un animal de costumbres”.
Nada oía o veía en la calle, excepto “mucho trapo al viento” en las terrazas cercanas, que me dijera o me hiciera pensar que había acontecido el día anterior algo trascendental, algo tan importante como para hacer cambiar el amanecer, mover los montes de enfrente, hacer que callasen las aves entre las verdes hojas de los frondosos árboles, o que algo había sucedido tan notorio e imprescindible para que trastocase nuestra vida cotidiana, por muy monótona que sea para unos, muy ajetreada para otros o muy tediosa, ramplona e incluso mísera y bonancible para muchos.
Aunque de bonanzas solo pueden disfrutar unos pocos. Y para esos pocos contribuimos la mayoría a que puedan disfrutarla. Contribuimos a ponerlos, a colocarlos y apoltronarlos donde están, ya sea mediante las urnas –modernismo reciente en el tiempo-, o “partiéndonos el pecho”, “batiéndonos el cobre” por ellos –coletilla ancestral que arrastra el historial humano-.
Porque desde tiempos inmemoriales viene siendo así. No hay más que consultar la Historia –la escriba quién la escriba- y tanto leyendo linealmente, como entre líneas, para darnos cuenta y saber que siempre ha sido así. ¡Y será!
Ya he comentado lo referente al “animal de costumbres que somos”. Individualmente y en comunidad, a lo que se podría decir que en rebaño, pues nos manejan como a corderos, que es como decir borregos y por tanto sumisos y llevaderos de un lado para otro sin protestar, que no sin rechistar, ya que “balar sí nos dejan”. Pero recuerdo un refrán, o dicho popular que decía mi padre mucho: “oveja que berrea –que bala- pierde bocao”.Entramos al trapo como cualquier astado al capote, a la muleta –acción que se llama engaño-, encerrado en un coso, redondel o arena que es donde lo va a lidiar y a darle muerte –matarile-después “el maestro”, para gloria y “redondo” beneficio, si no es que antes se lo lleva el toro –el noble- a él por delante.
Valga el símil para nosotros –los humanos-, pues “al maestro del engaño” pocas veces le derrotamos, al menos “por la bravata”, pues nos falta bravura, y al final sucumbimos con sus estocadas, más o menos certeras, o si no, nos “dan la puntilla” y acabamos por los suelos.
Nosotros pagamos más impuestos, subidas de tarifas y “prebendas”, conseguidas a gratuidad antaño, lo que implica menoscabo de nuestro bienestar y merma de sueldos. Lo que redunda en beneficio de unos pocos, que siendo ya ricos se enriquecen cada vez más. Y en el de los políticos, pues no solo no se reducen los sueldos -ni los emolumentos, con todos sus significados-, por mucho que digan que se los han reducido en algunos –insignificantes- puntos o tantos %, si no que, ganan y ganarán más, ya que las prebendas les siguen cayendo.
Bien sea por comisiones, al dar tal o cual estamento público a privados, como porque esos estamentos van a parar a manos –y esto, descaradamente- de ellos mismos o de sus familiares. Casos reales y con personajes reales, que se están dando en España en éstos tiempos de crisis creadas. Y me atrevería a decir, que con estos fines en el punto de mira al crearlas.
Leyendo a don Benito Pérez Galdós en sus “Episodios Nacionales”, es como si uno estuviese leyendo las “Crónicas de la Nación” y el comportamiento del pueblo, de los políticos, la “nobleza” y realeza, no ya de este siglo, si no las actuales y contemporáneas en los albores del Siglo XXI en que nos encontramos inmersos.
Seguimos igual; seguiremos lo mismo. ¡”Que se parta el pecho el pueblo” por ellos! Que nos sigan dando fútbol, que es la tapadera política actual; la muralla o venda que nos ponen delante para que no veamos “lo que hay” –lo malo es que les sigue dando resultados-, o al menos para desviar la atención de lo verdaderamente importante para el pueblo –lo que a “ellos” no les ha importado nunca-; para nuestro bienestar que es el que vamos perdiendo poco a poco, paulatinamente, gobierno tras gobierno de los que se van sucediendo.
Pero claro, España es campeona de Europa. ¡Qué digo! ¡Campeonísima! ¡Tricampeona! ¡Y del Mundo, que “ahí es ná la cosa”! Y eso al parecer nos debe bastar.
No debemos de darnos cuenta, ni fijarnos –para eso nos dan fútbol-, en que al príncipe y a nuestro primer ministro o presidente, más a todo su séquito y parafernalia que gasta esta gente, les hemos pagado entre todos un partido de fútbol, y en el extranjero. Y además, el viaje, el hotel, las comilonas, las cañas de cerveza, los cafés y hasta los “mojitos” que les diera la gana tomar; ya puestos..., qué más da.
¿No se pagan cacerías africanas –reales, eso sí-, viajes, estancias, comilonas y queridas, incluidas e incluidos todos ellos en el precio, con fondos españoles?
Pero, no nos engañemos, pues por más que nos pidan perdón públicamente, eso sí, y con dignidad real ante las cámaras, y se nos diga que no volverá a pasar nunca más –recuerdan el eslogan a raíz del caso Prestige-, seguirá pasando, seguirá ocurriendo y seguiremos con el muro y la venda ante nosotros; seguiremos tropezando en la misma piedra, o junto con los burros seremos los animales que pisan la misma mierda varias veces.
Por todo ello, por esto y unas cuantas cosillas más, de igual o superior índole, creo que ni dejamos, ni dejaremos de ser, animales de costumbres.
domingo, 1 de julio de 2012
Amor entre saltamontes y otras observaciones del campo
El otro día, estando observando a unas abejas recolectar néctar en unas rosas de zarzamora, vi una mantis religiosa, a la que normalmente se la llama "santateresa", enganchada, o suspendida de una rama, como descolgándose de ella.
Me quedé mirándola porque me pareció un poco rara, y así era, no tenía la clásica cabeza de forma triangular y los ojos grandes, característicos de la especie, sino que la cabeza era pequeña -con relación a lo normal en estos insectos- y sobre ella llevaba una protuberancia, más o menos larga, todo depende de las proporciones del bicho, terminada en punta.
En el vientre tenía unas formas cónicas, en forma continua o en cadena, semejantes a tres cordilleras montañosas; una central y dos laterales.
La verdad es que hay muchas especies, subespecies y familias de "bichos" por estas tierras que yo no conocía, aunque quizás eso sea debido a que antes no me fijaba tanto en ellas.
Como ahora tengo mucho tiempo y estoy jubilado, y como no hay "obras, construcciones, que observar y criticar" , me dedico a pasear, a viajar, siempre que puedo, y a sacar fotos de todo lo que me gusta, me parece raro o bonito, aunque algunas "cosillas" a otros no les parezca bien el alias o apelativo.
Ante otra zarzamora me detuve pues vi muchos abejorros. Unos que son de tres colores: blanco, negro y amarillo, y algún otro negro, como varias abejas de distintas clases, o familias, que revoloteaban de flor en flor, impregnándose del polen que aún les queda a algunas, aunque la mayoría ya tienen la zarzamora verde visible.
Como había tantos insectos volando, no sabía a cual fotografiar, pues no paraban más que unos segundos en una flor, no dándome tiempo ni a prepararme, pues cuando miraba por el visor de la cámara y enfocaba hacia la flor en cuestión, "el pájaro" había volado.
No me desanimaba y me decía que ya pararía alguno un poco más y que si no lo hacían y no podía fotografiarles no me debería importar, pues ya tengo varias abejas y abejorros fotografiados.
Al fin pude fotografiar una abeja posada en la flor de un pequeño cardo que había junto a mis pies y un abejorro suspendido en el aire, ya que cuando le iba a fotografiar, pues estaba posado en una flor, emprendió el vuelo.
También pude fotografiar a otras abejas y a una pequeña araña suspendida de una flor que tenía unos cuantos insectos muy pequeños entre sus pétalos y estambres, poniéndose amarillos con el polen.
En una diminuta flor de un hierbajo había una pequeña abeja, con "los depósitos" llenos de polen, pero que aún seguía cargando más y la fotografié también.
Con cierta dificultad, pude fotografiar una abeja de características parecidas a una avispa, o una avispa con características de abaja, ya que si era una avispa, era demasiado gorda y grande para su especie, pareciendo más una abeja rayada.
Me dispuse a dejar la observación de la frenética recolección de néctar y polen que llevaban a cabo los laboriosos insectos, y que como lo usan para fabricar la rica miel de La Alcarria, y de ella tengo en casa, me podía preparar unas tostadas con miel en cuanto llegase.
Al ir a retirarme de la zarza, casi estaba en medio de ella y entre las ramas, con las abejas y abejorros a mi alrededor, pues no me hacen nada, ya que no las molesto directamente, vi sobre una rama, entre púas y hojas, a una pareja de saltamontes "encargando saltamontitos".Como sus ojos no son direccionales y están rayados, no pude saber si me miraban o no ya que la cabeza no la movían, como así había hecho la mantis un rato antes.
Estuve un rato largo haciéndoles fotos y desde varios ángulos, pues tenía el sol de frente, como se puede apreciar en alguna que salen los arcoíris que se forma en el cristal del objetivo, al incidir los rayos del sol en él directamente.
Ni se inmutaron. Parecía que ya estuviesen acostumbrados a ser observados en tal situación, tan íntima para los humanos, pero que ellos, al igual que la mayoría del reino animal, lo hacen a la intemperie y a ojos vista de cualquiera y el ser observados "no les importa".
Me recordaron al "transbordador Challenger sobre los cohetes SRB con el gran tanque de combustible", dispuestos para lanzarse al espacio, ya que la hembra era más grande que el macho. Creo yo que fuese así y que no fuesen una pareja homosexual, pues entre ciertos animales se da el caso, llegando a ser normal en algunos, como por ejemplo en una especie de pingüinos, según vi el otro día por televisión, en un reportaje muy interesante sobre naturaleza.
Me fui y los dejé allí con su placer sexual sobre una rama.
Antes de alejarme mucho de la zarza les hice una foto tomada desde lejos, para que se pueda apreciar el entramado de ramas espinosas donde estaban y donde, casi entre ellas, había estado yo hacía un momento, arriesgándome, tanto a pincharme con las púas de la zarzamora, como a que me pinchasen con su aguijón cualquiera de las abejas.
Las picaduras de estas y de las avispas me dan reacción -los médicos me dijeron que era alérgico a su veneno-, ya que no solo se me inflama la parte de la picadura, sino que se extiende mucho por la pierna o el brazo donde me piquen. Pero no las tengo miedo y he comprobado que si no las molestas no te hacen nada. Me dan pasadas como para que me vaya de allí y las deje con su trabajo, pero sin llegar a picarme. Yo no me muevo, ni las ataco "en defensa propia" y me dejan tranquilo con mi cámara, al igual que yo a ellas con su recolección del rico néctar.
De camino me llamó la atención –la verdad es que iba observando todo- un escarabajo que retozaba entre los pétalos y estambres de una diminuta flor amarilla de un pequeño cardo, impregnándose de su polen y adquiriendo el color de la flor, a pesar de ser negro, o quizás marrón, su color natural.
También quedó plasmada en la placa sensible de la cámara una mariposa que tras pasar delante de mí, se posó en el suelo.
Al llegar a casa, abajo en el garaje, vi una mantis religiosa en la pared. Esta era más "normal" que la anterior, aunque debía de ser adulta a tenor de sus tamaño, so pena que sea de otra familia y fuese adulta, pero enana.
Subí la rampa de acceso al aparcamiento, en dirección al portal, y sobre la acera del edificio vi un escarabajo muy gordo que estaba panza arriba intentando ponerse sobre las patas; o sea, intentando darse la vuelta. Le hice unas cuantas fotos en esa postura y al poco le di la vuelta ya que se movía frenéticamente, tanto como le limitaba su postura y, de por sí, sus lentos movimientos, y porque parecía que no le gustaba nada que le fotografiase la barriga.
Salió andando, con su pesado y lento caminar, intentando meterse debajo de un pedazo de tronco que hay tumbado junto a unas piedras que en conjunto forman una jardinera y al parecer no pudo camuflarse allí, pues tras intentarlo por varios sitios optó por irse a unas piedras y desaparecer bajo ellas.
AdriPozuelo
Sacedón, Guadalajara
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