lunes, 21 de mayo de 2012

Un pollo precioso

El día ha amanecido seminublado, ya que por el horizonte estábamos rodeados de nubes, de tal forma, que el sol apenas lograba introducir sus rayos por entremedias de algunos resquicios que había entre nubes.
Esto a las siete de la mañana, pues según fue avanzando, a eso de las ocho y media, que fue cuando bajé a la calle y me acerqué al pantano, no solo había más claridad en el ambiente, sino que por encima de éste y del pueblo se veía el azul del cielo.
Como el sol aún no había sobrepasado la franja de nubes que había por los alrededores, mirase para donde mirase todo el horizonte era gris azulado, no nos llegaban los rayos solares allá por donde fuésemos andando Suska y yo. Que no fuimos muy lejos, la verdad, pues hacía un frío que parecía que comenzaba el invierno en vez de parecer que estamos en primavera. Me di la vuelta rápido, en cuanto Suska hizo lo que tenía que hacer, ya que hasta ella no quería ir contra el viento, y encima frío.
Al volver, tras dar una batida olfateando con el morro pegado al suelo, cual si fuese una aspiradora, se detuvo bajo las ramas de un pino a ladrarlas. También lo hizo de pasada al ir hacia la ribera, pero apenas se detuvo.
Por más que tiraba de su correa y la decía que nos íbamos y que a qué ladraba, pues yo no veía ni ardilla ni ningún otro animal o ave entre las ramas, no quería irse de allí ni dejar su postura -sentada en la fría hierba-, ni dejar de ladrar.
La ardilla debía de estar observándonos desde su atalaya de madera, ya que Suska no se confunde -o su olfato no la confunde-, pasando desapercibida a mi vista, entre el camuflaje de las agujas de la conífera y el que le da su color de pelaje, en mimetismo con el de la corteza de pino.
Cuando logré retirarla de allí, subiendo la cuesta del camino oí el quiquiriquí del gallo que hay en una parcela vallada cercana y nos dirigimos hacia allí por si podía hacerle algunas fotos, ya que el otro día que tiré unas cuantas al gallinero no le pude tomar bien, pues estaba en el umbral de la puerta, mitad dentro, mitad fuera, como si fuese un portero de discoteca.
Como el gallinero queda dentro de una malla metálica, tejida a cuadros pequeños con gruesos alambres, entre este impedimento, el de la valla del recinto que me limitaba la distancia y el que estuviese medianamente visible, no pude fotografiarle bien.
Cuál no sería mi sorpresa, que al acercarme a la verja y hacer la primera foto al gallinero, con la cámara entre dos barrotes, veo que el gallo se encuentra parado por fuera de la malla y las gallinas en grupo cerca de él, por la parte interior. Al verme aparecer sobre el muro que sustenta la verja, las féminas se vinieron hacia el rincón más cercano a mí.
Al percatarme que su galán estaba con postura muy gallarda observándome -quizás celoso por si iba a “ligarle una de sus novias” de tan nutrido harén- y quieto, cabeza alta, ojos avizor y "hablando" por lo bajo a sus concubinas, con un tenue clo-clo, me fui hacia mi derecha por tomarle mejor desde otra posición.
Así fue y aquí está la muestra de cómo quedó de guapo el "adonis plumífero", pues hay que reconocerle el mérito por su tan nutrido harén, ya que "el mozo lo vale”.
Se fue para el fondo y dio una vuelta al gallinero. Las gallinas debían de saber lo que iba a hacer "el pollo", ya que en cuanto desapareció de su vista se fueron al otro extremo del corral, a esperarle por ese lado, como si ya supiesen que por allí aparecería.
Seguramente llevaba ya bastante rato fuera y haciendo lo mismo, dando vueltas al gallinero por si encontraba la forma o sitio por dónde entrar, para hacer compañía a sus "mujeres", ya que éstas estaban "bobitas" por él, a tenor de lo que vi; allá donde estaba el "gallito del corral" allí iban ellas.

                                       
Posted by Picasa

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