domingo, 10 de febrero de 2013

Dos días de poca nevada

Me asomé a la terraza y aun no había amanecido. Parecía que el sol saldría, aunque con tan poca fuerza lo veía que no creía que fuera capaz de filtrarse por entre los negros nubarrones que quedaban por encima de un resquicio entre ellos.

Así fue, cuando parecía que iba a asomar por allí, los negros nubarrones se unieron y todo quedó en penumbra hasta que por el efecto que hacía sobre ellos el sol, la claridad nublada de la mañana dejó ver el día apagado que tendríamos.

Al poco comenzó a caer nieve de las bajas nubes. Al principio en copos pequeños y con fuerza, como si fuese agua o hielo, pasando al momento a ser gruesos y revueltos, debido al viento que se desató en cuanto el sol quedó tapado por las nubes.

Así estuvo toda la mañana, nublada de continuo pero nevando a intervalos, hasta que pasado el medio día hizo de todo. Frío ya hacía, pero quizás la temperatura bajó algo más; llovió; salió el sol, o mejor dicho quiso asomarse; se retiraron las nubes; apareció la luna; volvieron las nubes y algunos copos de nieve desperdigados, o perdidos sin saber donde ir o quedarse y se quedaron por aquí, pero sin mayores consecuencias.

Pero los que vinieron por la noche a relevarlos de su tarea se quedaron. Estuvieron cayendo durante la noche y a la mañana siguiente se congelaron, de tal forma que las calles y la carretera eran pistas de hielo y los charcos que se crearon este día, almacenes de hielo.

La nieve que había sobre la hierba estaba en ronchones, parecían trozos de masa de porras de los churreros, tirados a la liguí y que se hubieran quedado secos. Al pisar la nieve, crujía como si se rompiera, no hacía el ruido de nieve comprimida bajo las suelas al pisarla contra el suelo.

A partir del medio día hizo de todo: el ambiente se cubrió de nubes bajas, sobre todo las cimas de los montes cercanos, de tal forma que parecía niebla; salió el sol en varias ocasiones, alternando con nubes, y a eso de las cinco y media de la tarde ya se podía ver el azul del cielo a través de algunos claros entre nubes.

Alrededor de las seis, las nubes en retirada dejaron entrever la luna sobre el azul del cielo, por algunos huecos que dejaban en su constante deambular, volviendo a reflejar el sol sus rayos sobre algunas partes del campo y las montañas, para desaparecer de nuevo sobre las seis y media que fue cuando las nubes volvieron a adueñarse del entorno.

A esa hora había dejado de nevar, poco, pues no es que nevase mucho después de comer, para volver a caer unos copos finos, entremezclados con gotas de agua. El aire volvió a aparecer con fuerza, llevando las nubes de un lado para otro de la esfera celeste. Aparecían algunas nubes blancas sobre nubarrones grises y casi negros, junto a mechones rosados por la incidencia del sol en su declive, reflejándose en las alturas por encima del nublado hacia el norte y entremedias de las nubes hacia el sureste.

Comenzó a verse el sol por el oeste, ya que el viento venía de esa dirección arrastrando las nubes hacia levante, hacia Cuenca o Valencia. Al menos en esa dirección me pareció en un principio que iban, hasta que vi que llegadas a un punto sobre las montañas tomaban dirección sur. Al poco volvían otra vez a pararse, suspendidas a mi derecha, para retroceder empujadas por las que procedentes del suroeste se unieron a ellas, volviendo a posicionarse sobre la zona, de tal modo que cerrándose en banda nos sumieron en la oscuridad de nuevo. Y como el sol ya debía de haber descendido del horizonte de poniente, se adueñaron de La Alcarria en un momento.


Antes de las diez de la noche me asomé a la terraza, comprobando que hacía frío de helada, miré hacia el cielo y vi que estaba poblado de estrellas, notándose por encima de la cornisa el resplandor de la luna. Pensé que ya no habría más nevadas, que al día siguiente aparecería una gran helada y no podría disfrutar pisando la nieve por el campo, oyendo el sonido característico al crujir por presión, debajo de las botas al pisarla.

Bueno, otra vez será, ya nevará otro día me dije. Pero no, al salir con Suska algo más tarde, me encontré con la sorpresa del recibimiento que me hacían los copos al pisar la calle.
En el ratito que estuvimos abajo vi que se animaba, ya que venía en ventisca y tan pronto eran finos copos, como gordos. Hacía un frío que pelaba.

Y por fin, por la noche nevó en condiciones. Claro que por la forma de nevar, pues en verdad fue poca cosa, ya que al final se quedó en no más de dos centímetros por algunos sitios.

Por la mañana, sobre la hierba la nieve estaba como si la hubieran tirado a puñados, quedando pegote a pegote sobre todo la que estaba sobre la hierba, tan solo unidos por ciertos puntos, a modo de dendritas de las neuronas.

Y fue así porque comenzó a helar fuerte al poco de comenzar a nevar y la nieve se endureció, quedando en forma de pegotes de masa endurecida.
Pero bueno, pude tomar unas fotos desde la terraza al poco de comenzar a nevar, pues cuajó enseguida al estar el suelo seco y frío. Tuve que hacerlas en modo creativo noche, porque de lo contrario no hubiera salido nada.


Adrián Martín Alonso
(AdriPozuelo)
Sacedón, Guadalajara
23 de enero de 2013









































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