sábado, 2 de febrero de 2013

¿Qué tipo de delincuentes son?

 Para mí no es que lo sean, pero dado el estado en que estaban cabe preguntárselo.

Con el frío que hacía esa mañana, y supongo que en el interior de las jaulas haría el mismo que fuera, no debían estar muy a gusto ahí metidos, aunque entre ellos se diesen calor, si es que algo desprendían sus cuerpos, al estar juntos en tan poco espacio.


 Al estar cerca de ellos vi que no estaban así allí por su gusto -aunque esto era obvio-, por lo inquietos que estaban y la forma en que miraban hacia la calle. Al acercarme al remolque varios se acercaron a los ventanucos, husmeando, olfateando al recién llegado, como queriendo saber con qué intenciones se acercaba aquél extraño.


 En cuanto supieron que no iba con la intención de darles libertad, aunque tampoco llevaba malas intenciones, siguieron con su olisqueo, oteando hacia el bar cercano. Esto supongo que lo supieron a través de sus hocicos, pues olfateando el ambiente, a tenor de los efluvios que uno despida saben de esto, ya que son más psicólogos que los que estudian esta rama de la Ciencia médica.
Aunque les decía cosas con palabras cariñosas, no me hicieron más caso, dedicándose a oler, mirar por los ventanucos y dar vueltas dentro del cubil, lo que propiciaba que se fuesen turnando en la vigilancia del exterior.
Pobres animales, en lo que sus dueños se calentaban en el bar, tanto por dentro como por fuera, ellos pasaban frío en la calle, pues donde estaban es como si hubieran estado a la intemperie.


 Como el día había amanecido con espesa niebla, tan tupido velo había en el pueblo y alrededores que apenas se veía más allá de cinco metros alrededor de uno, los cazadores no habían podido dar gusto a su afición depredadora. Al parecer la caza estaba programada y preparada para llevarla a efecto en las inmediaciones de Alcocer, el pueblo siguiente a Sacedón en dirección Cuenca, perteneciente ya a esta provincia y junto a la carretera, pero allí, y según me dijo la esposa de uno de los cazadores al acercarse al remolque y ver que estaba yo observando la reala encarcelada, la niebla era más espesa y al parecer no había visos de que se disipara.


 Aunque siendo ya la hora que era, no había ya cacería que llevarse al cuerpo, pues habían madrugado para asistir a la partida, nada menos que desde las seis de la mañana andaban en danza, y eran ya cerca de la una de la tarde. Permanecieron en Alcocer hasta cierta hora, esperando que despejase la niebla, pero según transcurrían las horas y se acercaba el medio día, la partida se desintegró y cada cual partió al lugar de origen. Estos que estaban en el bar eran de aquí, del pueblo, aunque la reala era de Alcocer, según me informó la vecina.



 


 Adrián Martín Alonso
AdriPozuelo
Sacedón, Guadalajara
2 de febrero de 2013


 




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